Hoy voy a hablar de Leo Lionni, autor que revolucionó el concepto de álbum ilustrado infantil con su visión innovadora y talento creativo. Personalidad ecléctica capaz de encontrar en la síntesis y en la simplicidad su máxima expresividad narrativa.
Leo Lionni tuvo una intensa carrera: artista, diseñador, director de arte y dibujante para The New Yorker, entre otras cosas. Si bien trabajó muchos años en el sector de la comunicación publicitaria supo absorber lo mejor del fermento creativo que caracterizó Europa y EEUU entre los años Treinta y Cincuenta. Era un momento fértil de ideas innovadoras en el que parecía difícil delimitar una frontera definitiva entre arte, diseño y gráfica comercial. Probablemente fue su capacidad de fusionar estas diferentes disciplinas lo que le permitió crear un lenguaje tan original y creativo.
Nace en Amsterdam en 1910 y crece en una familia que desde pequeño aviva su interés por el arte y la cultura. Su padre, de origen judío, era pulidor de diamantes y su madre, italiana, cantante de ópera. Pero fue sobre todo la influencia del tío Piet, pintor bohemo, lo que determinó que tuviese muy claro lo que quería ser en el futuro: un artista. Sin embargo, su formación académica fue de tipo económico.
En 1925 Lionni se muda a Génova con su familia y entra en contacto con la vanguardia futurista en la época de máxima experimentación creativa. En 1939 a causa de las leyes raciales debe emigrar a Estados Unidos, volverá a Italia solo en 1960.
Su estancia en América será particularmente fecunda desde un punto de vista profesional y aquí tendrá la oportunidad de colaborar y confrontarse con grandes personalidades artísticas de la época, como Saul Steinberg, Ben Shahn, Calder, Willem de Kooning e Fernand Léger.
Leo Lionni siempre se sintió 100% italiano en sus habilidades creativas y 100% americano en su concreción profesional. Parece que la receta ha funcionado 😉
Pero, ¿cómo se traduce todo esto en su obra literaria para niños?
El autor solía decir que «el arte siempre expresa los sentimientos de la infancia».
Y, efectivamente, en su autobiografía (Between Words, 1988.No traducida al español) el diseñador se detiene en un recuerdo particular de su niñez, su pasión por construir terrarios y coleccionar animalitos, como reptiles e insectos. Desde pequeño empezó a crear su propio mundo y a definir su espacio creativo. Lionni ya mayor reconoce en el recuerdo de sus terrarios una sustancia, un estilo y una identidad que luego tomarán forma concreta en sus relatos y personajes.
Creciendo, mantiene esa mirada curiosa de niño hasta que publica su primer álbum en 1959 Little Blue and Little Yellow (en español Pequeño Azul y Pequeño Amarillo, editado por Kalandraka).
El libro nació por casualidad, el autor iba de viaje en tren con sus nietos y para entretenerlos con una historia utilizó algunos trocitos de papel. En este cuento los protagonistas son dos colores, azul y amarillo, que como dos niños cualquiera viven con la familia, tienen amigos y van al colegio. Después de un tiempo sin verse los dos amigos se abrazan, pero juntándose se transforman en el color verde. Los padres no reconocen ese verde así que los dos pequeños empiezan a llorar lágrimas amarillas y azules, y poco a poco se separan y vuelven a ser pequeño azul y pequeño amarillo. Al ver que los niños han vuelto sanos y salvos, todos se abrazan contentos y…algo mágico ocurre 😉
El desenlace de la historia nace de la pura naturaleza de los dos protagonistas que es la de ser colores. Pero las emociones son humanas, esenciales y puras, y comunican directamente con el pequeño lector que se siente identificado con los personajes. Mundo gráfico y mundo emocional se superponen generando una honda metáfora sobre amistad, identidad e integración. Desde que se editó este libro de Lionni siempre ha sido un éxito entre los pequeños lectores que a través de la historia no solo reconocen sus mismas vivencias, sino que aprenden las bases del lenguaje visual. También se relacionan con la narración de forma lúdica: lo más probable es que terminado el libro corran a comprobar que azul y amarillo juntos dan realmente el verde.
A través de un collage simple y de la abstracción, Lionni sienta con esta obra las bases del libro-álbum experimental. Y es increíble que con el pasar de los años la experimentación en ámbito creativo produzca todavía perplejidad e incertidumbre por la imposibilidad de encajar las cosas en categorías. Por ejemplo, una anécdota no muy halagadora, que ve como protagonista la ciudad de Venecia. En 2015 cuando se asentó el nuevo alcalde decidió hacer una lista de libros que se debían eliminar de las escuelas, porque presentaban a los niños temas demasiado complicados o ambiguos, probablemente por el absurdo temor de que los alumnos pusiesen dudas y preguntas incómodas. Bueno, a parte de lo necio de esta actuación de censura en general, lo grotesco fue que Pequeño Azul y Pequeño Amarillo fue incluido en esa lista.
Esto demuestra que hay mayores que tienen muchos más problemas en comprender los libros infantiles, por cuanto simples, que los niños mismos. Sin embargo, como nos enseña Lionni, sería propicio que los adultos recuperaran esa mirada pura y curiosa infantil, volver a maravillarse de las cosas sin prejuicios. Porque una sociedad que fomenta la creatividad es una sociedad destinada a crecer y mejorar.
Como dice el mismo autor en su autobiografía:
A veces, del infinito fluir de nuestra fantasía, surge de repente algo inesperado que aunque pueda ser bastante indefinido parece contener una forma, un significado y , lo más importante, una irresistible carga poética. El sentido de instantáneo reconocimiento gracias al cual arrastramos esa imagen hasta la plena consciencia, representa el impulso inicial de cualquier acto creativo… Otras veces, tengo que admitirlo, la creación de un libro se encuentra en el imprevisto e inexplicable deseo de dibujar un cierto tipo de cocodrilo.
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