Ludwig Bemelmans . Ilustradores de otros tiempos

Bemelmans, Ludwig photo

Ludwig Bemelmans nació en Merano, en la actual italia pero antiguo imperio austrohúngaro en 1898. Con un carácter un poco rebelde y por problemas familiares es enviado con su tío a trabajar en un hotel del Tirol.  Allí, después de un incidente, le proponen un internado o América. No lo duda y se embarca con 16 años.

Pasará las navidades de 1914 en Ellis Island ya que su padre, que se había mudado unos años antes, se olvida de ir a recogerlo. No establecerá una buena relación con su padre y gracias a una recomendación de su tío entró a trabajar en el Ritz. Permanecerá allí los siguientes 20 años haciendo todo tipo de trabajo hasta llegar a un buen puesto, lo que le daría tiempo para trabajar en sus pinturas y sus tiras cómicas.

En 1917, se unió al ejército de EE. UU. Pero no fue enviado a Europa debido a sus orígenes alemanes.  Escribe sobre esas experiencias en el libro Mi Guerra con los Estados Unidos.

Los siguientes años serán turbios, esposando una bailarina que poco después divorció y con la muerte de su hermano en el mismo Hotel al que le había ayudado a entrar unos años antes.

Con un mal tempismo intenta en 1929 convertirse en artista a tiempo completo. Deja su buen trabajo en el Ritz, pero la época es horrible para cualquier profesión, y mucho más para los artistas, que no pueden vender sus obras o trabajar en encargos porque no hay producción.

Pero entre tanta turbulencia algo mágico sucede, le presentan a May Massee , un editor de Viking Press que poco a poco empieza a comisionarle algunos trabajos. Inicia a trabajar también en publicidad  y algunas de sus novelas para adultos empiezan a tener un discreto éxito. En ese momento había dejado su trabajo y estaba arruinado, divorciado y viviendo con un coinquilino que conocía del hotel.

Pero fueron sus ilustraciones para Noodle, un libro escrito por Munro Leaf ( Ferdinando) las que le abrieron los ojos a la narrativa poderosa que ofrece el picture book con texto e imágenes.

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A partir de aquí comienza a explorar y manejar bien su texto con sus propias imágenes. Y aparecen sus primeros picture books como autor completo ; Quito Express, Fifi  o Rosebud.

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Hasta llegar a Madeline , que le proporciona la fama y el reconocimiento con la medalla Caldecott.

Las imágenes de Bemelmans son poderosas, llenas de vitalidad, expresividad y una libertad que no se intuye estudiada. Quizás ese trabajo de libertad lo ejerce sobre todo en los últimos años de su vida, cuando se dedica a la pintura alternando con los libros de Madeline.

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Quizás lo más importante y raro de Bemelman es esa mezcla entre un buen escritor y un buen pintor . Juntos hace que el picture book encuentre modos de narración superiores a la pintura y a las historias escritas.

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He leído algunas entrevistas ,historias y libros sobre Bemelmans y creo que lo que mejor resume su visión e idiosincrasia es este emocionante discurso  cuando recibió la medalla Caldecott.

«Mi profundo agradecimiento a los miembros de la American Library Association por la Medalla Caldecott. Hablemos ahora de arte.
Existe un trabajo más difícil que el de policía y ese, es el de artista.
En muchas ocasiones he dicho dos cosas que nadie se toma en serio, y son que antes que nada no soy escritor, sino pintor, y segundo, que no tengo imaginación. Es muy curioso que, con mi falta de estos dos elementos esenciales importantes, el personaje de Madeline haya nacido. Esto explica quizás su fuerza; ella insistió en nacer.

Antes de que ella viniera al mundo, yo pintaba. Es decir, coloqué lienzos o papeles sobre un caballete delante de mí y realicé imágenes. Encontré en ello completa felicidad y satisfacción.
Lo desafortunado de la pintura es que el artista debe exponer, y en las exhibiciones, junto con su trabajo, uno debe exhibirse a sí mismo. Y al igual que sus hijos, venderlos; verlos envueltos y verlos marchar. Sentí lástima por muchas de mis pinturas y las de otros pintores. Desearía que hubiera una manera de adquirir perros o pinturas, además de entrar en una tienda y pagar por ellos.

El mercado del arte, los rostros de las personas que vienen y miran las imágenes, los métodos para llegar al éxito, que implican publicidad propia y el besamanos, no eran mi plato favorito.
Busqué otra forma de pintar, de privacidad; para una audiencia nueva, vasta, crítica y remota, a la que pudiera dirigirme con total libertad. Quería hacer lo que parecía evidente: evitar las imágenes dulces, los bodegones eternos, los lindos retratos que se venden bien, las abstracciones artísticas, las imágenes de chimenea pastoral, el arte del calendario y las pesadillas surrealistas.
Quería pintar puramente aquello que me daba placer, escenas que me interesaban; y un día encontré que la audiencia para ese tipo de pintura era una gran reserva de impresionistas que hicieron un gran trabajo ellos mismos, que eran muy claros y eran capaces de entusiasmarse. Me dirigí a los niños.
Notarás en Madeline que hay muy poco texto y hay una gran cantidad de imágenes. El texto me permite los tipos más variados de ilustración: el uso de flores, de la noche, de todo París, y detalles tan variados como el cementerio de Père la Chaise y el restaurante de los Deux Magots. Todo esto estaba allí esperando ser utilizado, pero hasta ahora Madeline se movía como un espíritu que no había nacido.
Sus inicios se remontan a historias que mi madre me contó sobre su vida de niña en el convento de Altoetting en Baviera. Visité este convento con ella y vi las camas pequeñas en hileras rectas, y la larga mesa con los lavamanos donde las niñas se habían cepillado los dientes. Yo mismo, de pequeño, había sido enviado a un internado en Rothenburg. Caminamos por esa ciudad antigua en dos filas rectas. Yo era el más pequeño, pero nuestro fila fue revertida. Iba en la primera fila, no de la mano de mademoiselle Clavel al final de la fila. (Como en Madeline ndt)
Todo esto, como dije, durante muchos años quedó suspendido en el aire y estaba en el fondo de mi mente. Madeline finalmente comenzó a tomar forma en Francia, donde yo había ido a pintar. Mi hija Barbara tenía más o menos la edad de Madeline cuando fuimos a Isle d’Yeu para unas vacaciones de verano. Esta era entonces una isla sin pretensiones, y desde entonces se ha hecho famosa como el lugar de detención del mariscal Pétain. Estaba en el habitual Hôtel des Voyageurs y el Café de la Marine. La casa que alquilamos costaba veinticinco dólares por temporada. Tenía su propia playa privada y las camas siempre estaban llenas de arena. A pocos kilómetros de distancia vivía un hombre que era dueño de algunas langostas y un barco de pesca, y yo iba en bicicleta regularmente para comprar los ingredientes de una sopa  o un guiso de pescado.
Un día, pedaleando por el camino de regreso a casa con el saco de mariscos sobre el hombro, ambas manos en los bolsillos, y trazando curvas sofisticadas en el camino, llegué a una curva que estaba oculta por algunos pinos. En esta curva, y al otro lado, llegaba el único automóvil de la isla: un Super Rosengart de cuatro caballos de fuerza que pertenecía al panadero de Saint Sauveur, la aldea capital de la isla.

Este auto era como una fragante canasta de pan con ruedas cubierto de harina. Choqué con él, y me arrojó en una curva clavandome el tirador del coche. Estaba sangrando y le pedí al panadero que me llevara al hospital de Saint Sauveur, pero me dijo que, de acuerdo con la ley francesa, un automóvil que ha estado involucrado en un accidente debe permanecer exactamente donde  ocurrió el accidente para que los gendarmes puedan hacer su trabajo y ver quién estaba en el lado equivocado de la carretera. Traté de cambiar de opinión, pero él dijo: «Permítame, señor; si ese tipo del lenguaje, no sirve continuar esta conversación «.

Fue a recoger su pan  y algunos croissants que estaban esparcidos por el camino, y luego buscó entre las ramas del matorral para buscar el tirador de su Super Rosenga.» Tomé mis langostas y me fuí al hospital andando.

Después de esperar un tiempo, vino un viejo médico, con un trozo de cigarrillo pegado al labio inferior. Examinó mi herida, la limpió y luego, con una aguja roma, se tambaleó en mi brazo. «Excusez moi», dijo, «pero tu piel es muy, muy dura». Me metieron en una cama pequeña, blanca y tardó un tiempo en sanar mi brazo. Aquí estaba la robusta hermana que ves trayendo la bandeja a Madeline y la manivela en la cama. En la habitación del otro lado del pasillo había una niña que había tenido una operación de apéndice y, de pie en la cama, con gran orgullo, me mostró su cicatriz. Sobre mi cama estaba la grieta en el techo «tenía la costumbre, a veces parecer un conejo.» Todo comenzó a arreglarse. Y después de volver a París comencé a pintar las escenas para el libro. Busqué los números de teléfono para rimar con el apéndice. Un día tuve una reunión con Léon Blum, y si echas un vistazo al libro, verás que el médico que corre hacia la cama de Madeline es el gran patriota y humanitario Léon Blum.

Y entonces Madeline nació, o mejor dicho apareció por su propia decisión.

Ahora llegamos a la secuela, que es la portadore de esta medalla y la razón por la que estoy aquí esta noche …

En esta historia, Madeline comparte las páginas con un perro. Este perro surgió de una manera extraña. Los padres de mi esposa viven en Larchmont, y en una casa contigua a ellos hay una familia de gente aparentemente respetable, es decir, nadie en esa sólida comunidad sospecharía que esta tranquila y respetable casa suburbana estaba ocupada por una poeta. Su nombre es Phyllis McGinley y escribe para The New Yorker.

Ella tiene dos niñas pequeñas y dijeron: «¿Por qué no escribes otra Madeline?» Entonces les ofrecí cincuenta centavos cada una si me daban una Idea, porque estaba paralizado por la falta de imaginación. Los niños ni siquiera salieron de la habitación. Vinieron con las manos extendidas y, después de pagarles, declararon la trama:

«Hay un perro, ¿ve? – Madeline tiene un perro. Y luego se lleva al perro, pero vuelve de nuevo, tal vez con cachorros para que todas las chicas puedan tener perros «.

Esa era una construcción dramática apretada e inteligente, y ahora quedaba el perro por encontrar. Le dije: «¿Qué clase de perro?»

«Oh, cualquier tipo de perro».

Volví a París y comencé a buscar «cualquier tipo de perro». Y es de esa raza Genevieve .

Tenía un estudio en ese momento en una casa en el Sena en el número uno Git de Coeur, y caminé hasta el muelle y caminé por allí. Debajo de uno de los puentes vivía un anciano con su perro. Le gustaba mucho y le peinaba el pelaje con el mismo peine que se peinaba él, y se sentaban juntos a observar a los pescadores y los barcos que pasaban. Empecé a dibujar a ese perro y lo observé. Le encantaba nadar.

Ahora tenía el perro y me senté a lo largo del Sena, y pensé en el nuevo libro. Pero todavía no había una trama que pudiera usar, y las niñas que podrían haberlo hecho por mí estaban en Estados Unidos.

Entonces un día sucedió algo. Un objeto flotaba por el Sena, y niños pequeños corrían por el muelle, y cuando el objeto se acercaba, resultó ser una pierna artificial. Uno de los niños lo señaló y dijo: «¡Ah, la jambe de mon Grand Père!»

En ese mismo momento, una larga fila de niñas pasó por el puente des Arts, seguida por su maestra. Se detuvieron y miraron, sosteniendo los rieles de hierro con sus manos enguantadas en blanco. La pierna ahora estaba muy cerca, y el perro saltó al Sena y lo recuperó, luchando en tierra y tirando del agua haciendo retroceder las piedras.

De repente, hubo una gran visión ante mí. La trama fue perfecta.

Hay muchos problemas por delante. ¿Quiénes son los padres de Madeline? ¿Quiénes son las otras chicas, cómo se llaman, a qué nuevo desastre se debe apresurar Mademoiselle Clavel? La próxima Madeline en la que he estado trabajando durante dos años se refiere a un niño llamado Pepito, el hijo del embajador español que vive al lado de las niñas y es un tipo muy malo.

Lo estoy buscando ahora. Es decir, he estado en España tres veces y lo he buscado a él y a su casa. Hasta el momento, no ha surgido nada, pero con paciencia siempre lo hace, porque en algún lugar está, vive y respira. El retrato de la vida es la obra más importante del artista y solo es bueno cuando lo has visto, cuando lo has tocado, cuando lo sabes. Entonces puedes darle vida en el lienzo y el papel.»

 

Este artículo, publicado originalmente en la edición de agosto de 1954 de The Horn Book Magazine, es parte de la celebración de los 75 años de la medalla Caldecott . 

 

Su último libro es Madeline in London en 1961. Sigue a partir de ahí la serie su nieto, John Bemelmans Marciano. 

BIBLIOGRAFÍA:

  • 1934: Hansi
  • 1936: The Golden Basket
  • 1937: My War with the United States
  • 1937: The Castle Number Nine
  • 1938: Life Class – An autobiographical sketch.
  • 1938: Quito Express (travel book)
  • 1939: Madeline
  • 1939: Small Beer (humorous memoirs based on his experiences in Europe and Hollywood)
  • 1940: Fifi
  • 1941: At Your Service
  • 1941: Hotel Splendide
  • 1941: The Donkey Inside
  • 1942: Rosebud
  • 1942: I Love You, I Love You, I Love You
  • 1943: Now I Lay Me Down to Sleep
  • 1945: The Blue Danube
  • 1946: Hotel Bemelmans
  • 1947: A Tale of Two Glimps
  • 1947: Dirty Eddie
  • 1948: The Best of Times: An Account of Europe Revisited
  • 1949: The Eye of God
  • 1950: Sunshine: A Story about the City of New York
  • 1952: How to Travel Incognito
  • 1952: The Happy Place
  • 1953: Father, Dear Father
  • 1953: Madeline’s Rescue
  • 1953: The Borrowed Christmas
  • 1954: The High World
  • 1955: Parsley
  • 1955: To the One I Love the Best – Bemelmans narrates his friendship with Elsie de Wolfe, Lady Mendl.
  • 1956: Madeline and the Bad Hat
  • 1957: The Woman of My Life
  • 1958: My Life in Art
  • 1959: Madeline and the Gypsies
  • 1960: Welcome Home!
  • 1960: Are You Hungry, Are You Cold
  • 1960: How to Travel To Europe All to Yourself
  • 1961: Italian Holiday
  • 1961: Madeline in London
  • 1962: Marina
  • 1962: On Board Noah’s Ark
  • 1963: The Street Where the Heart Lies
  • 1964: La Bonne Table. Excerpts and essays involving food and drink, edited by Donald and Eleanor Friede
  • 1966: The Elephant Cutlet

 

Article on The Guardian
Official web of Madeline
Bemelmans bar at New York

 

12 octubre, 2021

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Ilustraciones by Gaia Stella

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